Capítulo III: Enemigos a muerte.
Desperté nuevamente, pero esta vez no había más
que un tremendo dolor de cabeza acompañado de un mareo que mantenía mi vista un
poco borrosa. No tarde mucho en darme cuenta de que me era imposible moverme,
la desesperación instantáneamente me agitó y la vista regreso junto al sonido
de las cadenas.
Mi cuerpo encadenado, en posición de crucifijo
frente a la fogata que me vio transformar mi miedo en agresión. Pero, ¿Quién diablos
me había aprisionado? ¿Entonces si hay vida inteligente? ¿Hay más personas como
yo aquí? Y, por último, ¿Por qué me habían encadenado?
Apenas abrí la boca para preguntar qué pasaba,
cuando lo vi; una rama se extendía desde la fogata hacia un oscuro rincón. En
cuanto la rama cogió su flama, se levantó por el aire y llegó hasta un bigote
largo y gris; y, lentamente encendió lo que parecía ser un puro.
Inhaló y el rojo intenso del puro alumbró un ojo,
exhaló y el humo ocultó el rostro de mi captor en la oscuridad.
Hombre en la oscuridad: ¿Acaso sabes que era lo que sostenía en su mano?
Su voz era rasposa y su garganta hacía notar que tenía
dificultades para respirar.
Yo: ¿Quién? ¿Ese
monstruo?
Señalé con la mirada a la creatura que yacía en el
suelo, no muy lejos.
Hombre en la oscuridad: ¿Sabes lo difícil que fue conseguir este puro? Por si no lo has notado, no
queda mucho en pie.
Yo: ¿Por qué…
Y me interrumpió.
Hombre en la oscuridad: El ultimo puro en la ciudad y ahora lo estoy fumando ¿Por qué crees que
sea eso?
Yo: ¿Cómo debería
yo, saber eso?
Inhaló y exhaló nuevamente entre tos y jadeos.
Hombre en la oscuridad: Lo guardaba para una ocasión especial y hoy, era una ocasión especial. Hoy
era mi aniversario y pensaba festejarlo con mi esposa, una fogata y una cena.
Yo: eso es muy tierno, de verdad
hombre pero, ¿Eso que tiene que ver conmigo? Vamos, desátame. Te acompañaré con
tu esposa. Te ayudaré a hacer de esta, una noche especial junto a ella.
Hombre en la oscuridad: No lo entiendes. Ya lo has logrado.
Yo: ¿A qué te
refieres con eso?
Mientras me sacudía una vez más para poner a
prueba la integridad de las cadenas que me aprisionaban.
Yo: Vamos,
vayamos con tu esposa.
Hombre en la oscuridad: Me temo que eso no es posible, pues mi esposa ya está aquí. Llegó antes
que yo.
Yo: ¿Dónde? ¿Dónde
está?
Hombre en la oscuridad: La estás viendo, está en el suelo. Tu mismo la dejaste ahí.
Una mano grisácea y con ampollas se asomó de entre
la oscuridad para señalar a la creatura en el suelo. Pronto, la luz seseante de
la fogata ilumino a mi captor. La mitad del rostro estaba destruida, deforme,
de una apariencia derretida.
Su cuerpo vestía ropas arrugadas a diferencia de
la creatura que se encontraba en el suelo, y su postura era humana; su piel,
aunque no tan visible, dejaba ver ampollas por todas partes.
Yo: ¿Tu esposa?
Captor: Si, mi
esposa…
Se agacho tan solo para recoger la fotografía de
la mano de aquella creatura y al levantarse, se acercó a mí.
Captor: Lo único
que ella buscaba, dentro de nuestro hogar, era una fotografía de ella. Antes de
todo esto, llámalo sentimental, pero así era ella.
Yo: Yo… yo… no…
Captor: ¡Y un
maldito estúpido decide entrar a nuestro hogar, en nuestro aniversario y la
asesina sin razón! Amigo, no saldrás vivo de aquí.
Yo: ¡No puedes
hacer esto! ¿Cómo iba a yo a saber que eso, que ella era humana?
Captor: ¿Y, quien
me va a detener?
Yo: ¿Cómo iba a
yo a saber que eso, que ella era humana?
Acercando la fotografía a mi rostro.
Captor: Mírala a
los ojos y despídete de este mundo.
Yo: ¿Qué harás? ¿Qué
harás? ¡Dios mío! ¿Cómo iba yo a saber? ¿Cómo iba yo a saber?
Agachándose nuevamente, esta vez a mis pie;
extendiendo el puro a una pila de papel debajo de mi.
Captor: ¡Alégrate! Tendrás el honor de morir en el fuego, al igual que los antiguos vikingos.
Continuar: Capítulo IV >>
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